Hace ya unos años que vieron la luz los primeros vehículos aéreos no tripulados, conocidos popularmente como drones. Surgieron como un elemento militar de vigilancia y seguridad, en parte por el secretismo que orbitaba a su alrededor y en parte por su prohibitivo precio. Poco a poco, éste fue reduciéndose y empezamos a ver las primeras aplicaciones civiles, como la grabación de magníficos vídeos desde el aire o vistas de esculturas que de otra manera serían impensables. Incluso el CSIC los utiliza para cartografiar árboles.
Pero la verdadera revolución de los drones está en el terreno de la iluminación. Cuántas veces proyectando has deseado poder dejar suspendido en el aire un proyector para lograr un efecto concreto. Es el sueño de cualquier diseñador de iluminación y fotógrafo: que la luz pueda salir de donde quiera sin necesidad de poste, vara o soporte. Nos gustaría que los proyectores volasen y nos leyeran la mente colocándose y manteniéndose en la posición adecuada. Pues bien, el MIT y la Universidad de Cornell han desarrollado un dron que promete cumplir este sueño.
Hasta ahora, en la fotografía de estudio, los fotógrafos necesitan de uno o varios asistentes de iluminación que vayan moviendo los proyectores de un lado a otro y grandes trípodes para sujetarlos. Pues bien, el prototipo desarrollado promete liberar de esta tediosa carga a los asistentes, manteniendo la dirección del proyector, altura, posición e intensidad. El fotógrafo indica la dirección desde la que desea que llegue la luz y el ancho de la mancha que debe proyectar sobre el modelo. Mediante un algoritmo, el dron mantiene el mismo ancho de mancha aunque la modelo se mueva. La luz se mueve al ritmo de la modelo, sin cables y sin necesitar quitar las manos de la cámara.
Dron MIT
El dron está equipado con un proyector de luz LED, un telémetro laser y un flash, que son controlados desde la cámara con una sencilla interfaz. El algoritmo busca en una instantánea hecha por el mismo las gradaciones de luz más dramáticas e intensas sobre el cuerpo u objeto; midiendo su anchura. La anchura de esta mancha será el parámetro que tome el dron y que mantendrá de forma constante durante la sesión. Que no tiemblen los asistentes, porque este equipo solo elimina trabas físicas, requiere de una persona que lo programe y controle adecuadamente.
Pero no solo son los compañeros ideales para la fotografía de estudio, en el mundo del espectáculo también han encontrado su hueco. La coreógrafa Mikiko y el diseñador Daito Manabe se han unido con un grupo de artistas para crear este novedoso espectáculo. En el que se une el hipnótico baile de las bailarinas y el que realizan los drones a su alrededor con el movimiento, intensidad y frecuencia lumínica, milimétricamente sincronizada con los pasos de la bailarina, formando parte del espectáculo y creando una narrativa inquietante y sorprendente.
Las aplicaciones no militares de los drones no han hecho más que empezar. El gran aliado para que pudieran colarse en el mundo de la iluminación ha sido el LED. Es difícil imaginar un dron con un halogenuro metálico y una batería orbitando alrededor de una modelo. El LED ha permitido crear proyectores ligeros que necesitan poca batería para funcionar. Su peso y tamaño, unido a la estabilidad del flujo lumínico, han permitido su incorporación a estos elementos no tripulados.
Aún no ha llegado el momento para la iluminación arquitectural, pero es cuestión de tiempo que un nuevo prototipo especializado en arquitectura salga a la luz. Mientras llega ese día, disfrutaremos con las coreografías que nos regalan estos aparatos y seguiremos soñando con nuestros proyectores voladores.